Página 72 del Códice Emilianense 60 de San Millán de la Cogolla |
Al hablar de las primeras manifestaciones en
prosa, también hablamos de las primeras manifestaciones del castellano, puesto que los orígenes de nuestra lengua comienzan con la filtración del romance hablado en el latín oficial. En palabras de Dámaso
Alonso, “el latín llega a ser español a lo largo de una evolución lentísima y
constante, y nunca podremos cortar por un punto y decir: aquí está el español
recién nacido”. Sin embargo, sí podemos intentar dar cuenta de las primeras
manifestaciones en lengua romance.
Frecuentemente
se escapaban en escritos cultos palabras en lengua vulgar, bien por descuido o
bien por la necesidad de designar nuevas realidades desconocidas en el idioma
clásico. En otras ocasiones, alguien iba anotando la traducción vulgar de
ciertos vocablos sobre los mismos documentos latinos: son las llamadas glosas. Aunque
estas rudimentarias manifestaciones carecen de valor o pretensiones literarias,
sí son de gran importancia lingüística para el estudio del origen del español. Destacamos
las Glosas Emilianenses (del monasterio de San Millán de la Cogolla) y las Silenses
(del monasterio de Santo Domingo de Silos). En las Glosas Silenses aparecen
solamente palabras aisladas, es en las Glosas Emilianenses donde ya aparecen
las primeras frases completas en lengua romance.
Estas Glosas Emilianenses, fechadas en la
segunda mitad del siglo X por Menéndez Pidal, son las anotaciones en latín,
romance y vasco, interlineadas o marginales, que encontramos en el códice
latino Aemilianensis 60 (un
libro de oraciones que contenía vidas de santos, un misal y sentencias, así
como sermones de San Agustín), cuya intención es resolver dificultades de comprensión sintáctica,
morfológica y léxica de ese texto latino.
Por otro lado, no está de más
recordar otro documento del siglo X, el denominado Nodicia de kesos (por ser
estas las palabras con las que se inicia el manuscrito), el cual ha sido
atribuido al monje Ximeno, encargado de la despensa del monasterio de los
Santos Justo y Pastor, en la comunidad de La Rozuela. Este documento, que está
redactado en el reverso de una donación a dicho monasterio en el año 959, sería
simplemente el inventario de quesos que llevaba el religioso. Se desconoce la
fecha exacta en la que el monje pudo escribir tal inventario, pero se supone en
una fecha posterior a la que señala el documento de la donación, puesto que si
reutilizó el pergamino era porque dicho documento ya carecía de valor. El texto, que apenas llega a medio centenar de
palabras, está escrito en un castellano muy primitivo, con un lenguaje cercano
a las lenguas romances que denota una clara separación de las rígidas normas
del latín. Así pues, podríamos decir que las Glosas y la Nodicia de kesos son
los registros que se conservan más antiguos del castellano.