Si una
persona ciega no puede disfrutar del brillo de un diamante, ¿qué valor tiene entonces
ese adorno? Ya lo decía Tomás Moro en su obra Utopía cuando hablaba de los
coleccionistas de gemas y piedras preciosas:
«¡Tanto temen que una piedra falsa se imponga como buena a sus ojos! ¿Por qué, pues, disfrutar menos viendo una piedra artificial si el ojo no puede distinguirla de una auténtica? ¡Por Hércules, que tanto debieran valer una y otra ante vuestros ojos como ante los de un ciego!»
Un plato de
comida alimenta tanto al ciego como al vidente, sin embargo, el diamante solo deleita la
vista del segundo. ¿Acaso necesitamos para vivir diferentes cosas? ¿Acaso a los
dos no nos sacia la comida el hambre, el agua la sed y las telas nos cubren del
frío? Hoy me gustaría hablaros de esta maravillosa obra que Tomás Moro escribió
a principios del siglo XVI para que podamos reflexionar acerca del valor de las
cosas. Y es que, «ciertamente, cuando solo uno vive en el lujo y los placeres
mientras a su alrededor todo son lamentos y gemidos, cuida de una cárcel y no
de un reino».
Utopía es una
isla ficticia creada por el filósofo británico Tomás Moro en 1516 con el fin de
describir a sus lectores cómo debería ser un estado ideal. En este libro Moro
trata los grandes temas que afectan a la organización y estructura de la
sociedad, como el poder del Jefe del Estado, la educación, las penas a los
hechos delictivos o la religión. Hoy mi interés está en hablaros del valor que
los utópicos —que así se llaman los habitantes de Utopía— le confieren a los
adornos materiales, con el fin de detenernos a pensar en el valor excesivo que
muchas veces le atribuimos nosotros mismos a los objetos. Porque, ¿una cosa
tiene valor en sí o vale lo que nosotros decidimos? Para resolver esta cuestión,
recordemos la pregunta inicial: Si una persona ciega no puede disfrutar del
brillo de un diamante, ¿qué valor tiene entonces ese adorno? Por tanto, los
objetos materiales no valen nada por sí mismos, no tienen más valor que el que
nosotros queremos adjudicarle. Ahora bien, se trata de saber proporcionarles, en
muchas ocasiones, un valor adecuado y justo y no desmesurado.
Fijémonos en
lo que hacían los utópicos con ciertos bienes materiales muy valorados en
nuestra sociedad como el oro o los diamantes.
En Utopía el
oro y la plata se emplean para hacer las vasijas destinadas a los actos más
sórdidos del hogar (orinar y defecar) y para elaborar las cadenas de los
esclavos. De este modo, a estos materiales se les otorga así la simbología de
la indecencia y la esclavitud. «Lo que posees acabará poseyéndote» (¿habéis
leído la novela El club de la lucha o visto su película?). Los vasos, platos y
otros utensilios de cocina son fabricados con materiales sencillos y poco
costosos como la arcilla o el vidrio. En esta isla imaginaria sus ciudadanos no
buscan los minerales o las piedras preciosas como ocurre en la actualidad de
nuestro mundo, donde hay grandes empresas mineras dedicadas exclusivamente a
extraer estos materiales. Si se diera el caso de que, por casualidad,
encontrasen algunas perlas o diamantes o cualquier gema, las pulimentan y las
emplean para adornar a los niños pequeños. Estos, conforme van creciendo, al
ver que únicamente los más pequeñuelos llevan dichos adornos, acaban ellos solos
quitándoselos por vergüenza a parecer infantiles.
Así, por
ejemplo, cuando la embajada de los anemolianos —habitantes de un país muy
lejano— visitó Utopía, niños y adultos se sorprendieron tanto de ver al Embajador con
tal ornamentación que acabaron por confundirle con un bufón de la embajada:
«Vierais a los niños que habían abandonado perlas y gemas, tocar con el codo a sus madres, diciéndoles al ver aquellos adornos en el tocado de los embajadores: “¡Mira, madre, aquel grandullón que usa perlas y piedras cual si fuese aún pequeño!” Y la madre respondía seriamente: “Calla, hijo mío; creo que aquel debe ser algún bufón de la embajada»
Del mismo
modo, los utópicos se maravillaban de que existieran «hombres tan necios que
creyeran ennoblecerse con la finura de un tejido de lana, ya que la lana de que
está hecho (por fino que sea) la llevó una oveja sin que por ello dejara de
serlo». Así ocurre con todos aquellos que se enorgullecen de llevar esta o aquella
otra prenda fabricada de piel auténtica de animal.
Utopía es una lectura
filosófica que recomiendo a todo el mundo porque se aprenden
muchísimos valores humanos, además de que es muy sencilla de leer y es bastante breve (a
penas 124 páginas tiene mi edición).